PROCESO DE DUELO EN NIÑOS, NIÑAS Y JÓVENES

 


Proceso de duelo en niños, niñas y jóvenes.

 Ante un desastre natural o una tragedia, necesariamente surgirá un duelo. Los desastres socionaturales, los desplazamientos internos forzados y las tragedias humanas traen consigo pérdidas, dolores y heridas que necesitan sanar. El duelo es el combate del dolor que se manifiesta de manera física, psicológica y social. Éste se vive ante la pérdida de alguien querido y es un proceso dinámico, que desaparece y aparece en el tiempo. Las reacciones del duelo dependen directamente de la percepción de la pérdida de cada persona. No obstante, se han identificado una serie de etapas básicas que pueden reconocerse en todas las personas, aunque las manifestaciones son diferentes entre adultos y niños o niñas. El duelo es un proceso que requiere de tiempo y trabajo. 

En niños, niñas y jóvenes puede presentar los siguientes momentos: 

Fase de negación: en esta fase se producen una serie de reacciones en la que la más común es la negación como un mecanismo de defensa natural que ayuda a atenuar impactos emocionales fuertes para que sean integrados poco a poco. Son reacciones normales y no hay que preocuparse, lo más importante es saber que el niño, niña o adolescente no decide actuar así, sino que es un intento de re-encontrarse en esa pérdida que acaba de sufrir. En ocasiones a esta fase le acompañan síntomas fisiológicos como tensión muscular, sudoración, dolores de cabeza, alergias, irritaciones en la piel, infecciones bronquiales entre otros. Muchos niños, niñas y adolescentes durante esta fase pueden sufrir una regresión, es decir que actúan como si tuvieran menos edad o pierden habilidades que ya habían adquirido (regresan al lenguaje infantil, vuelven a chuparse el dedo, mojan la cama, etc.). Pueden estar inquietos y distraídos, intentando escapar a sus sentimientos y pensamientos. 

Fase de protesta: en esta fase se pueden presentar sentimientos de tristeza, rabia, ansiedad, culpa o vergüenza. Es importante saber que los niños, niñas y adolescentes tienen la tendencia a pensar que todo está relacionado con ellos, sintiéndose con frecuencia culpables de los problemas y las desgracias familiares, por lo que se les debe hacer saber explícitamente que no son los culpables. Si se trata de una pérdida significativa el duelo será más largo; algunos niños, niñas y adolescentes requerirán años para internalizar la pérdida. Es frecuente que se sientan desorientados y que presenten problemas de concentración para realizar tareas simples o seguir órdenes. También pueden caer en desesperación, pesimismo, falta de motivación y energía y pérdida del apetito. En este caso se necesita un ambiente cálido en el que desahogar Soporte socio-emocional 20 Reconstruir sin ladrillos su tristeza y comprender que su dolor es normal y que otros lo sienten, que estén en un ambiente estructurado y organizado. Si el niño o niña fantasea sobre su muerte para reunirse con el ser querido, o se envuelve en conductas autodestructivas son indicadores para buscar ayuda profesional. 

Fase de reorganización: en esta fase hay una visible reducción de los sentimientos de irritabilidad, tristeza y angustia. El niño, niña o adolescente recobra el interés por lo que ocurre a su alrededor, suelen alcanzar un considerable nivel de madurez emocional y son más sensibles al dolor de los demás. Es deseable que sean integrados en el proceso de duelo familiar, esto les ayudará a dar sentido a lo sucedido y a disminuir la confusión. ¿Cuándo es necesario buscar ayuda profesional? Cuando el niño, niña o joven presenta los siguientes síntomas es necesario buscar apoyo con el profesional de la dupla psicosocial u otro profesional de la comunidad escolar quien deberá valorar realizar un acompañamiento al educando, así como valorar la pertinencia de derivarlo al servicio de salud competente en caso de que los síntomas sean excesivos y persistentes: 

Negación total de la muerte. 

Temor persistente. 

Apatía crónica y depresión (por un período mayor a 6 meses). 

Persistencia de problemas físicos sin causa aparente, desórdenes en el sueño y la alimentación. 

Sentimientos irracionales de culpabilidad. 

Pensamientos suicidas o conductas autodestructivas. 

Aislamiento de la familia y amigos habituales. 

Gran hostilidad hacia los demás. Reconstruir sin ladrillos 21 Soporte socio-emocional ¿Cómo conversar con niños, niñas y jóvenes en este proceso? Hasta los más pequeños se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor y de lo que sienten los adultos. Por eso, por más terrible que sea la situación, será más tranquilizador para los estudiantes saber lo que está pasando. 

Para que el/la docente pueda apoyar emocionalmente a sus alumnos, es fundamental redoblar sus capacidades de un buen oyente. Es preciso crear un clima de confianza y calidez, donde puedan intercambiarse sus esperanzas, sentimientos y dificultades. 

Déjeles hablar libremente, sin interrumpir. 

Deles el tiempo necesario para hablar. 

No les exija respuestas que no quieran dar. 

Muestre comprensión por sus sentimientos, diciendo, por ejemplo: “comprendo que estés triste”, o “enojado/a”, o simplemente esté cerca para brindarle compañía y apoyo. 

No desprecie sus sentimientos diciendo: “no estés triste”, “eso ya pasó”, “olvídalo”, “eso no es nada”, etc. 

Oriente la conversación con frases como: “¿entonces qué sucedió?”, “¿qué sentiste?”, “cuéntame más…” 

Use una entonación de voz que le invite a acercarse, dígale palabras alentadoras, asienta con la cabeza en señal de estar atento a lo que está comunicando y sonría cuando sea pertinente, demuestre que hay un interés real por escucharle y comprenderle. 

Observe si sus estudiantes se sienten angustiados o necesitan consuelo y haga que se sientan acogidos y cómodos, no muestre lástima. 

No hable de usted mismo. 

No mienta o prometa cosas que sean difíciles de cumplir. 

Junto a la observación y la intervención individual que puede realizarse con un niño o un joven, la escuela tiene la maravillosa oportunidad de relacionarse con grupos de niños, niñas o jóvenes. Cada sala de clase se puede constituir en una comunidad de contención y de co-construcción de todo aquello que se ha perdido en la tragedia. Cada grupo puede aportar a la conformación de personas mucho más resilientes, capaces de aprender desde la adversidad con un sentimiento de esperanza y solidaridad. Para ello es necesario que la misma escuela desarrolle competencias que le permitan generar espacios comunitarios, que las y los docentes aprendan junto a sus estudiantes a vivir en comunidad. 

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